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¡SOLO TÚ, SEÑOR!

12 de octubre del año de gracia 2018.
Al celebrar con gozo la celebración de mis 50 años de Vida Consagrada a Dios, siguiendo a Jesucristo como Hermana Carmelita Teresa de San José, doy gracias a Dios, primeramente, porque Él es el que, con su fidelidad me ha permitido serle fiel. Él fue el que me amó primero, quiso que existiera, me llamó a seguirle y desde siempre me da su amor para poder amarle a Él, amar a quién Él pone a mi lado y para anunciar su amor incondicional.
Gracias a Dios, también por la vida transcurrida en diferentes lugares: Lérida, Tarragona, Santurce, Cúcuta, Bogotá, Medellín-Granizal, El Zulia, Bucaramanga, Madrid; en diversos acontecimientos luminosos, nublados y borrascosos, pero en los que siempre tuve la certeza de su presencia, presencia que hoy me impulsa a continuar siguiéndole con renovada pasión, alegría y compromiso misionero.
Un recuerdo especial en este día para mis padres, que desde el cielo me siguen apoyando y acompañando; para mis compañeras de profesión: Eridania, Cecilia, Pilar, Elvira, Lucy, Águeda Felicidad, Martha Marina, Delfina y para las que ya nos han precedido a la casa del Padre: Victoria Domínguez, Dolores Alegre y nuestra Madre Maestra Cándida Perxachts.
Mi agradecimiento lleno de cariño para tantas personas que, en diferentes lugares y circunstancias, he encontrado y sigo encontrando en el camino y que son para mí reflejo de la misericordia divina, regalos de Dios.
Hoy, haciendo memoria de todo lo vivido en estos 50 años, junto a María -a quien aprendí a conocer y a querer con el ejemplo de mis padres y con mis hermanos en mi casa, como la Virgen del Pilar, y en la Congregación como la Reina del Carmelo-, con Ella y como Ella proclamo la grandeza del Señor, la alegría de mi corazón porque Él se ha fijado en mi pequeñez y me sigue llamando a vivir y a anunciar su Reino de Amor.
SOLO DIOS. SOLO ÉL es a quien anhela todo mi ser. Es una meta alta, no he llegado a ella, pero ¡estoy en camino con mi cordada!
Elegiste barro, Señor, conociendo mi fragilidad pronunciaste mi nombre.
Heme aquí, Señor. Tuya para siempre.

Hna. María Lourdes Marco Playá, ctsj

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